«A sus 79 años, Silvestre está hecho un chaval. Cada día del año atiende personalmente a sus clientes.
Ese trato cercano, el cojín para la embarazada, el caldito para el niño pequeño, los cubiertos relucientes, el lomo bien cortadito…son en parte el secreto de su éxito empresarial desde que compró el pequeño bar donde hoy se levanta El Salamanca.»
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